La Taberna Aránzazu llevaba años abierto atendiendo con éxito una clientela fiel que disfrutaba su abanico de “bocaditos del cantábrico”, es decir, tapas y platos de Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco.
A pesar de su éxito, tuvo la valentía de arriesgarse abordando un proyecto de reforma radical hacia una imagen mucho más moderna que la anterior, y acertó.
El ambiente es fresco, luminoso y de tendencia. Se han empleado luminarias de mimbre, decoración verde, detalles de cuerda y carpintería vintage, sin concesiones costumbristas, compaginando calidez y sobriedad.
El resultado es una experiencia arquitectónica en si misma, aún sin quitarle protagonismo al alma de esta taberna fusión, es decir, su cocina tradicional, con un toque creativo.